La alegría de una avería
Experiencia personal de uno de nuestros patrones en una de sus salidas en catamarán por Formentera con la música de unos clientes.En el post de hoy os contamos la experiencia personal vivida por uno de nuestros patrones en una de sus salidas en catamarán con unos clientes.
Llevaba cuatro días amarrado en el puerto deportivo de la Marina Botafoc, en las cercanías de la ciudad de Ibiza, un enclave ideal por su cercanía para ir a Formentera. Trabajaba como patrón y cada día me tocaba un grupo de distinto perfil, ya fuesen libaneses, belgas, ingleses, australianos, familias, amigos, parejas, etc. ¡Siempre variopinto e inesperado, así es Ibiza!.
Esta vez pensaba que sería una excursión tranquila. Embarcaban dos parejas de Perú, que querían adelantar la salida prevista de las 11 de la mañana a las 10, y además habían reservado para comer en el restaurante de Formentera El Moli de Sal a las 13h. Todo esto me lo comunicaron por whatsapp, por lo que me esperaba recibir a dos parejas sosegadas de cierta edad. Estaba algo cansado por las salidas anteriores y me alegraba mucho poder disfrutar de una jornada relajada.
Llegaron con un poco de retraso. Eran dos parejas jóvenes, de unos 25 años, cargados de bolsas de bebidas que no cabían en las neveras.
Eran amables y educados y al descargar las bolsas aparecieron dos botellas de champagne francés y otras dos de ginebra que me hicieran sospechar…
No correspondía al perfil de los clientes que esperaba, ni por edad ni por el contenido de la compra, pero aún confiaba en que la excursión seria tranquila, comeríamos a la una y regresaríamos temprano.
Nada más salir me pidieron permiso para poner su música y conectaron su Iphone al equipo del barco por bluetooth y ahí comenzó mi calvario. Los altavoces rugían de tal manera que parecía que se salían de sus huecos. Todo el barco vibraba al son de su terrible “Electronic Music Dance”. No escuchaba ni el ruido del motor, ni lo que decían a voz en grito, ni tenía a mano tapones para mis oídos.
Me dijeron que la música era prioritaria y que además habían adelantado la hora de salida porque venían de fiesta y estaban empalmando sin dormir un día con otro. Entonces entendí lo ingenuo que había sido y lo equivocado de mi percepción. De parejas tranquis y de cierta edad a todo lo contrario ¡Jóvenes y after hours!
Los chicos eran encantadores y quería que disfrutaran de su día marinero, pero no podía fondear con ese volumen de música al lado de otras embarcaciones, porque les molestaría, con lo que decidí llevarlos a la bahía des Porks en Espalmador. Ahí solo pueden entrar las embarcaciones de muy reducido calado, de máximo 75 cm de fondo y al pertenecer al parque natural, se prohíbe la música en el exterior de las embarcaciones. Les pareció estupendo disfrutar unos momentos de esa paz que proporciona vivir en harmonía con la naturaleza. No paraban de repetirme lo placentero que les suponía esa paz que transmite la naturaleza en ese enclave tan particular, y yo no me atrevía a decirles que era porque no sonaba esa música atronadora.
Al salir, me pidieron ir a lugares donde no hubiera nadie para que pudieran seguir con su “Electronic Music Dance». Les llevé a un par de calitas desiertas donde se podían bañar escuchando su música sin molestar a nadie.
Les insistí en que no había que llegar tarde al restaurante, aunque no parecía que les preocupase demasiado. Y para mi desgracia me dijeron que no tenían hambre y que no parásemos a comer. ¡No comería en todo el día!.
Pues bien seguimos de cala en cala y les intentaba convencer de que las mejores aguas eran donde fondeaban los otros barcos y que ahí no se podía poner música, con lo cual conseguí evitar por momentos esa música tan estridente, pero al poco rato volvía el suplicio. Ellos se encontraban a gusto y no querían regresar a Botafoch por lo que me pidieron prolongar la excursión más allá de lo estipulado. Más música del diablo, pensé… Pero eran simpáticos y educados y accedí.
Nos detuvimos en las aguas turquesas de Atlantis, en las muy profundas de Es Vedrá en Cala d’Or y Cala Conta alternando la música delirante con la belleza de unos impresionantes enclaves y un día fabuloso. Pero en un momento dado, debido al volumen atronador, el altavoz principal del barco petó definitivamente, y por una vez una avería me supuso una inmensa alegría.
Al bajar nos abrazamos y me agradecieron este día tan tranquilo y maravilloso que habían pasado.
Se iban de fiesta otra vez sin pasar por la cama a descansar. No sé si sobrevivieron… espero que sí.
¿Qué os parece la experiencia de nuestro patrón?
Si quieres realizar una excursión de un día en catamarán, «con o sin música», no dudes en llamarnos por teléfono (Isabel Fiesta) o escribirnos por correo electrónico a info@goacatamaran.com